Pilares inamovibles, aparentemente sabios que rezan a leyes de vida aprendidas en un pasado lejano e inconexo con el presente, grabadas en el mármol de la memoria y los valores.
En mi infancia admirados incondiconalmente, por la gran valía, por la inconmensurable protección, por el infinito conocimiento, por la indiscutible fuerza y por la excelencia que demostraban.
Sin embargo, en el presente esa imagen se ha deteriorado, ha envejecido junto a sus cuerpos, antes supuestamente omnipotentes y sus mentes teóricamente instruidas; han perdido el tono límpido y han amarilleado cual fotografía de antaño; han dado paso a una visión de una verdad absoluta e indestructible destinada únicamente a desconectarlos del mundo cambiante en el que vivimos.
Pilares inamovibles, aparentemente sabios que ya no saben escuchar ni aprender de sus agravios.