¡Muy buenas! Sé que es tarde, lo sé, pero está uno un poco blandurrio y me apetecía sacar cosas que tengo en la cabeza y en otro sitio del cuerpo (no mal pienses). Estaba aquí y hace unos días puse las dos primeras líneas de este texto en un tweet y hoy lo he vuelto a ver y me ha venido esta historia. La he subido directamente a ese tweet y se ha convertido en un hilo pero como es del estilo de los Cuentos de Invierno y tiene tintes de Onyria, he decidio copiarlo aquí y así tiene algo más de sentido. No sé, a ver qué os parece. Mientras lo escribía tenía que retener alguna que otra lágrima. Espero que os guste.
¡Un saludo!
PD: Está mal escrito porque lo he hecho así sin pensar mucho.
______________________________________________________________________________________________________________________________
Posó una fría y dura mirada sobre la ciudad desde lo más alto de aquella lúgubre torre de cristal oscuro. El precioso color café de sus ojos se vio delicadamente empañado por gotas de ira y torrentes de tristeza. El cielo compartió con él un terrible rugido que desgarró los tejidos de la bóveda celestial y lanzó un relámpago de forma espeluznante y azulado que estremeció hasta al más valiente. Clamaba con su pesar en los ojos que volviera el amor a su corazón. Pero el cruel destino le había arrebatado esa capacidad y ya no sería capaz de amar nunca más. Estaría condenado a traer la desdicha al alma del resto de los mortales por la infame eternidad. Los hados se habían conjurado y habían dictado esa injusta sentencia. La lluvia comenzó a caer fría e implacable empapando todo su ser y acrecentando su poder negativo. En su interior las sombras comenzaron a crecer de forma incesante tragándose el dolor y reemplazándolo por algo más tenebroso si cabe aún. Alzó la vista inundada hacia el cielo y expelió un nuevo rugido que resonó por toda la ciudad cual bestia herida buscando venganza. Y fue entonces cuando algo impensable para él ocurrió: un nuevo relámpago cayó del cielo, esta vez dorado como el sol e impactó directamente en él. Sobre sus labios heridos se posaron otros labios invisibles y etéreos como los vientos cálidos del sur de Onyria. Unos labios que trajeron una chispa de esperanza que se plantó en lo más profundo de su corazón. Una débil luz que debería cuidar como su último aliento. Si bien las máquinas infernales que encarrilan el porvenir se habían conjurado contra él, una fuerza otrora perdida quiso darle una oportunidad. ¿Sería eso una ocasión para buscar la redención o se dejaría consumir por las tinieblas de su corazón? Luchó. Luchó como nunca antes contra esas fuerzas invisibles en su interior. Derramó lágrimas que cayeron por la ciudad como una lluvia despiadada y poco a poco la pequeña chispa de su corazón fue ganando terreno. Y creció como un dorado y brillante amanecer. Miró de nuevo al cielo y esta vez sus labios dibujaron una bella y tierna sonrisa. Un sincero y sosegado susurro se le escapó por la comisura de los labios: «Te encontraré, siempre lo haré.»